Huida
Gabriela Sánchez. Sudán del Sur
Camina como si, además de estar donde está, estuviese en otro lugar. Porque este no es su lugar. El suyo significa miedo. Porque desconoce adonde fueron, si es que lograron marcharse, aquellos que le acompañaban. “Quizá mi familia tampoco sabe si estoy viva o muerta”, dice con la mirada fijada quién sabe dónde. Hace unos meses agarró a sus hijos y corrió durante tres días. Volvía a empezar. Empezaba a sobrevivir.
Ahora camina despacio, no tiene prisa, como si todo estuviese ya decidido. Porque parece que lo está.
Se llama Nyantuc Kuong, tiene 37 años y siete hijos. Vive en Sudán del Sur, un país recién nacido que poco sabe de la paz. Hace cuatro años su población estallaba en felicidad tras decidir en las urnas la ansiada independencia del norte. Con dos guerras civiles contra Sudán a sus espaldas y un periodo de aparente tranquilidad marcada por las batallas tribales, la libertad no trajo lo esperado.